30 marzo 2010

Un pequeño párentesis de la autora

¡Hola! Mis querid@s lector@s , si, soy yo otra vez, Mery. Siento interrumpir vuestra lectura de mi novela, pero debo comunicaros algo muy importante. Mi queridisima Stephanie Meyer - mejor escritora del mundo mundial y autora de libros tan fantásticos como la saga Crepúsculo- ha publicado en su web, que va a sacar otro libro. ¿No es maravilloso? ¿Increíble? ¿Extraordinario? Si. Bien, el libro se titula ''La corta segunda vida de Bree Tanner''. Es un relato sobre la vida como neófita de Bree, un personaje de Eclipse, que se estrena el 3O de junio, dias antes de la venda del libro. Es una historia paralela a Crepúsculo. Las ganancias del libro serán donadas la la cruz roja americana y a Haití y Chile, donde más lo necesitan.
Personalmente estoy deseosa de leerlo, pero mientras saciaré mi sed literaria con ''cazadores de sombras'', que me espera quietecito y nuevo en la mesita de noche. Asi que dejaré el teclado, apagaré el ordenador, me lavaré los dientes, me pondré el pijama e iré a perderme en Nueva York, entre demonios, vampiros , hadas y otras criaturas.
Y tranquilos, que muy pronto- mañana- volveré aqui para traeros más sobre ''Una historia confusa en el cielo''.
Buenas noches, Good night, que soñeis con un sádico vampiro que os muerda.


Mery.

28 marzo 2010

Capitulo I parte III



No sé como describir este lugar… ¿Mágico? No, irreal quizás esté mejor.



Es un lugar terrorífico. Es como el infierno que se imaginan los niños, lleno de fuego y criaturas rojas. Pero no tienen tridentes, ni orejas puntiagudas, ni cola trasera. Solo son como yo, pero con la piel roja.


El hombre desconocido, me conduce hacia una puerta negra, la traspasamos, y aterrorizada, observo como entramos en un pasadizo de celdas. Una cárcel. Que frustrante. Hasta en el cielo hay cárcel.


A mí alrededor oigo voces que suplican libertad, jadeando y gritando. Resulta horripilante, ver sufrir a toda esta gente. Esto no es el cielo, es el infierno.


Llegamos al final del pasillo, y el hombre me hace entrar en la única celda bacía que hay. Temblando de pies a cabeza, me escabullo dentro y me acurruco contra la pared más alejada de la reja, que ahora el hombre acaba de cerrar.


Cada vez me siento menos fuerte, es como si este lugar abduciera la fuerza de mi cuerpo.


Dejo vagar mi mente por el pasado, y el primer recuerdo que aparece, rápido como una ráfaga de viento, es el de ese hermoso chico, tocando el piano. Una belleza jamás vista para mí.


Me imagino con él, sentada a su lado, con mi nuevo cuerpo, disfrutando de la dulce melodía que tocan sus largos y finos dedos. Esta imagen me alivia mucho, hasta llegar a la conclusión, de que prefiero vivir en la imaginación, antes que en la realidad.


-Hola.- desconecto de la ficción y vuelvo a la realidad, al oír esa voz, procedente de la celda contigua a la mía.


-¿Cómo te llamas?- vuelve a mascullar esa voz, de mujer.


-Eh…Catherine MacGray.- susurro, a la par que me giro para ver el rostro de la mujer que me acaba de preguntar.


-Yo soy Mayorett, puedes llamarme May.


La chica es joven, más que yo, con el mismo color de piel que el mío y con una melena rubia, ondulada. Sus labios rojo carmesí, brillan ante la tenue luz que proviene de las lámparas de aceite que hay colgadas en la pared de piedra.


-¿Qué es esto May? ¿Dónde estamos?- le pregunto. Un raro instinto me dice que Mayorett es buena compañía, por el momento.


-No sé mucho más que lo que tu puedes intuir. Es el infierno, estamos en una cárcel.


-¿Y tú porque estás aquí?- vuelvo a preguntar.


-No lo sé, no he hecho nada malo. Verás, yo estaba con mi novio, saliendo de una discoteca, y unos chicos con malas pintas, nos quisieron atracar, pero mi novio se negó, entonces uno sacó una navaja de su chaqueta de cuero, y nos amenazó de muerte. Mi novio le propinó una patada en el estómago a uno de ellos, entonces el del cuchillo, saltó y se lo clavo a mi novio, en el pecho. Yo, asustada como estaba, empecé a correr, tan rápido como mis piernas me dejaron, y tan ofuscada como estaba, mirando hacia atrás para ver si me alcanzaban esos tíos, no vi el coche que se me cruzó por delante. No sentí dolor, solo como el corazón, latía por última vez. Después me encontré en una sala llena de espejos, con mi aspecto nuevo, y al salir a investigar, el hombre que te ha traído hasta aquí también me trajo a mí. Le he dado el nombre de cazador.


Quedo boquiabierta unos segundos, y cuando al fin puedo hablar, pregunto.


-¿Y cuánto hace que estas aquí?


-No sé como funciona el tiempo aquí, pero en la vida, unos tres días creo.- me responde, con aire pensativo.


-¿Y a ti que te pasó?- me pregunta, curiosa.


- Morí de vejez, en mi cama, junto a Jeik, mi odioso marido. Y lo que continúa, igual que a ti.- le respondo, desanimada.


-Parece que estamos condenadas, condenadas al infierno.- susurra Mayorett.


-Pero, ¿por qué? No creo que haya hecho algo tan malo como para que me condenen para toda la eternidad en el infierno.- interpelo, decaída.


- Ya…la vida es injusta, y parece que la muerte también- masculla May. -No me imagino que les pasará a los asesinos, o a los ladrones.


Nos quedamos las dos en silencio unos minutos, en los que recuerdo mi vida de mortal, sirviendo a Jeik. Más para atrás, recuerdo mi niñez, a mi madre peinándome y haciéndome dos largas trenzas, y a mi padre, ayudándome con los deberes de matemáticas. Una lágrima salta de mi ojo, y baja por mi mejilla, hasta desvanecerse. Un dolor muy fuerte impregna mi pecho, ya vacío, sin corazón. Pero, si no tengo corazón, ¿cómo puedo sentir dolor? ¿Cómo puedo sentir algo?


La duda se queda en el aire, sin respuesta.

22 marzo 2010

Capitulo I parte II



Algo me llama la atención. Una dulce melodía suena, suave y melódica, conozco esa melodía. Es una canción de Beethoven tocada a piano, una de mis favoritas.

Algo me empuja a ir hacia la música, para escucharla más fuerte, para ver de donde proviene tan maravillosa sinfonía.
Mi caminar es inseguro, pero ágil. No siento el suelo frío bajo mis pies, y aunque no hay sol, la temperatura te permite salir en tirantes. Aunque, ¿hay temperatura en este sitio? ¿Los muertos sentimos frío o calor? Cuánto debo aprender.
Guiada por el sonido de la música, me adentro en aquel montón de calles.
Parece un cuento, un cuento de fantasía.
La música cada vez suena más fuerte.
Me detengo en frente de una casa. Como todas las demás, es una casa de color blanco, pequeña, como las casitas de muñecas con las que jugaba cuando era pequeña.
Todo es tan limpio, tan puro, tan perfecto…
La música proviene del interior de esa casa.
Busco una ventana y al encontrarla, me asomo para ver el interior.
Un gran piano plateado ocupa el centro de la estancia y sentado en él, el ser más perfecto que he visto y veré jamás. Un ángel caído del cielo, literalmente.
Su cuerpo al igual que el mío, es de un color translúcido plateado y azul.
También viste una túnica blanca.
Su rostro es el más hermoso que he visto jamás. No se asemeja a cualquier otro.
Su pelo rubio como el sol, brilla deslumbrante. Lo lleva corto, y su flequillo, hacia al lado.
Sus ojos son también como los míos, color plateado, pero sus labios se acercan más al rosado.
Puedo ver como mueve los dedos por encima de las teclas, rápidamente, sin perder la concentración.
Ni el vuelo de una mosca puede perturbar el encanto que le envuelve.
Pero yo tengo noventa y ocho años, aunque físicamente no lo parezca, y él adivino que unos dieciocho.
No sé cuanto tiempo pasa, solo sé que cuando me doy cuenta, la negra noche cubre el cielo.
¿A dónde voy? ¿Qué se supone que debo hacer?
En ese momento, alguien toca mi espalda, suavemente.
Me giro torpemente para ver el rostro del desconocido.
Antes de que me acabe de girar, el desconocido dice:
-¿Quién eres?
Su rostro es hermosamente aterrador. Solo de verlo, una sensación extraña se adentra por mi cuerpo, como una rápida quemazón.
Su pelo negro como el azabache le cae sobre los hombros, su cuerpo es igual que el mío, solo con una excepción. Los ojos. Sus ojos relucen violeta oscuro. Esta combinación provoca mi pánico.
-Catherine MacGray.- respondo, intentando recobrar la palabra.
El hombre desconocido saca del bolsillo de su túnica blanca, un largo pergamino, y lo revisa de arriba abajo.
Asiente para si mismo y vuelve a fijar su penetrante mirada en mí.
-Sígueme.- masculla, con una sobria sonrisa de suficiencia en la voz.
Yo, sin saber que hacer, y perdida como estoy, le sigo.
Empezamos a caminar rápidamente, sin parar.
Observo como las casas, blancas, se han cubierto de gris, gracias a la negror de la noche.
Nos adentramos de pleno en el pueblo, lo travesamos todo y al fin, llegamos a la otra punta.
Delante de nosotros se abre una gran plaza de piedra, sin rastro de vegetación, solo un edificio más oscuro, al cual nos dirigimos. Tengo miedo a pronunciar palabra alguna, ya que aún no me siento demasiado fuerte como para lo que pueda pasarme si digo algo.
Con cada paso que damos, mi cuerpo siente más calor. Ahora ya tengo la respuesta a una de las muchas dudas que azotan mi cabeza. En este lugar si que hay temperatura.
Me siento fatigada y cansada.
Llegamos delante de la puerta del edificio, ya más cerca, puedo distinguir que las paredes son moradas, y la puerta negra, a hierro blindado.
Mi acompañante abre la puerta, sin ninguna dificultad. Mis ojos se abren como platos al contemplar el espectáculo que proviene del interior.

21 marzo 2010

Capitulo I



Me encuentro en un estado intermedio entre el miedo y la confusión. Mis ojos se están acostumbrando a la cegadora luz que parce provenir del cielo. Que ironía, ya estoy en el cielo. Me siento como si estuviera flotando en el agua, no me pesan los huesos y mi corazón… ¡Oh! No hay corazón. Agudizo el oído al máximo pero lo único que oigo es una remor extraña, desconocida. Pero no se oyen mis latidos. Continúo estirada, y acerco mi mano lentamente hasta posarla cuidadosamente sobre mi pecho. Que curioso, la mano no me pesa, casi no la noto. Con mucha cautela levanto la cabeza y me miro de arriba abajo. Un grito ahogado sale de mi boca, casi inaudible. ¿La razón? Lo que habían sido mis extremidades, ahora son dos flácidos brazos translúcidos, de un tono entre grisáceo y azul claro. Son como los tentáculos de una medusa, sin embargo, la forma de mis manos, dedos y uñas se mantiene intacta. Me miro el resto del cuerpo que imagino que es igual que mis brazos y pies aunque es más difícil de apreciar, porque lo cubre una túnica blanca .Mi cara, necesito ver m cara. Entonces es cuando me doy cuenta de que estoy estirada encima de una cama, pero una cama que refleja mi rostro, como un espejo. Esto me sorprende más que todo lo demás. Las arrugas de mi frente han desaparecido, como las de mis mejillas, y mis cabellos blancos, han sido substituidos por una larga y lisa melena castaña. Mi rostro demora juventud, vitaleza, ni una pizca de la vejez que me envolvía en la vida. Es todo tan extraño… Mis ojos brillan de un intenso color plateado, y mis labios, se han tintado de rojo.



Me siento joven, como cuando tuve diecisiete años, bueno, ahora me siento aún mejor. No me desagrada mi nuevo aspecto, lo único que hecho de menos, son los latidos de mi corazón.


Miro a mí alrededor. Esto me confunde aún más. Delante de mí se distingue un gran ventanal, desde el cual se pueden ver una treintena de casas, pequeñas casas. El cielo es azul, las casas de paredes y tejados blancos, el suelo es de piedra, pero no se ve ni una flor, ni un árbol, ni una tienda, solo casas.


Por otro lado, la estancia donde me encuentro está recubierta de espejos. Las paredes son espejos, el suelo es un espejo, como el techo y como la cama sobre la que estoy sentada.


Ver mi nuevo cuerpo resulta incómodo, ya que me siento frágil, como si una pequeña ráfaga de viento pudiera tumbarme.


Echo algo en falta. ¡Ah, claro! La gente. ¿Dónde esta todo el mundo? ¿Qué es este lugar en el que me encuentro? ¿Qué va a pasar ahora?


Las dudas llenan mi cabeza.


Lo mejor será salir de aquí e ir a investigar el exterior, pienso. Y es lo que hago, me levanto con mucho cuidado y poso mis pies desnudos sobre el suelo.


¡Uy! Es como si pudiera volar. Mis pies se deslizan por el suelo con una fluidez y agilidad increíble. No necesito hacer un esfuerzo para dar un paso, es como si alguien invisible hiciera el esfuerzo por mi.


Esto me hace reír. Se me ocurre algo, vamos a probar. Con toda la precisión del mundo, agarro impulso sobre mis rodillas y las dejo ir, como un muelle.


¡Fascinante! Lo que en mi vida hubiera sido un pequeño salto de medio segundo, ahora se convierte en un gran salto de casi un minuto, permaneciendo en el aire.


-Esto es increíble- murmullo para mi misma.


Pero vasta ya de juegos, vamos a ver que hay ahí fuera.


Oh oh… ¿Dónde está la puerta? No hay puerta, o al menos no una puerta visible.


Guiada por mi instinto, me acerco a la pared más cercana y la toco con la mano. Mis dedos se hunden en el espejo, traspasándolo cómodamente.


He visto esto en muchas películas, paredes que se pueden traspasar.


Probando otra vez sin seguro alguno, adentro el brazo por la pared, y también lo traspasa. Hago lo mismo con el resto del cuerpo, y al traspasar toda la pared, una sensación extraña, como de frío, recorre mi cuerpo.


Lo primero que hago es mirarme de arriba abajo, por si alguna parte de mi cuerpo se ha quedado en el otro lado. No, estoy entera.


Levanto la cabeza y veo las grandes casas que se veían desde los ventanales de esa estancia. Todo a mí alrededor demora paz, tranquilidad, pureza… Resulta casi perturbador.

19 marzo 2010

Una historia confusa en el cielo.



PREFACIO

La muerte me espera, pasiva, sin ansia. El miedo va incrementando más con cada latido de mi corazón. Ya con noventa y ocho años, yo, Catherine MacGray, yazgo en mi cama, al lado de mi marido, formalmente. Creo que Jeik no entra en la categoría de marido, pero claro, estamos casados así que así es como debe llamarse. Jeik es un hombre odioso. Siempre me ha estado haciendo la vida imposible, y yo, con todos los adjetivos despectivos que quieras echarme, nunca me he divorciado. Por muchas razones, aunque ahora, cuando estoy a punto de morir, no convengo que sea el mejor momento para recordarlas. Bueno, esta es una de las mejores formas de morir, pienso. Es mejor que ahogarse o quemarse, no voy a sufrir. El final se aproxima. Acaba la vida y empieza la muerte. Por extraño que parezca en estas circunstancias, tengo curiosidad. Una pequeñísima parte de mi cerebro se pregunta como será la muerte. Yo siempre me la he imaginado como un sueño, un sueño que no tiene fin, pero aún así, es difícil hacerse una idea, es decir, todo lo que he conocido en la vida, ha tenido fin.
Otro aspecto positivo de mi muerte, es que no tengo hijos, y por lo tanto tampoco nietos. Eso es una ventaja porque ahora, no tendrán que llorar por mí, y yo no tendré que llorar por ellos. Porque no existen. Por supuesto que me hubiera gustado tener hijos, y nietos, pero no con Jeik. Y toda mi vida he sido su esclava, y los esclavos no tienen libertad.
Poco a poco mis ojos se van cerrando, mis huesos van decayendo y mi corazón, prolonga sus últimos latidos.
La muerte, Oh, dulce muerte, que nos quitas la vida y nos das la libertad, llévame contigo, al reino de la eternidad. Y mis ojos, se acaban de cerrar, y mi corazón, se acaba de parar.

18 marzo 2010

Amargas reflexiones

Los amores adolescentes se marchitan como las flores en hinvierno. Se pueden gustar, incluso querer, pero no amar. Pocas personas de mi edad ven a su novio como su futuro marido. carpe diem, es su lema y su método a seguir. És mas, no creo ni que piensen en el futuro,solo viven el momento.
No es que yo sepa mucho sobre la sociedad adolescente, ni que pueda leer la mente- cosa que sería horriblemente incómoda, aunque tentadora- lo sé porque yo misma soy adolescente y todos los adolescentes pensamos igual, según dicen. Primer error. Yo no. No pienso igual. Yo solo quiero tener un único amor, con eso me basta y me sobra. Pero entonces el termino amor adolescente no es el correcto, porque no és amor, o almenos no es el amor que yo conozco.
Sin intención, he hecho una regla, y toda regla tiene su excepción. Adivina adivinanza, quién es la excepción?

15 marzo 2010

El último recuerdo: El sueño de los Darkmoon

Aquí dejo el primer capitulo de la primer historia corta que escribí. Si alguien quiere continuar leyéndola, solo tiene que darme un toque ;)
¡Disfrutad!

                                                         CAPÍTULO I
El asesino ya no estaba. Probablemente hubiera ido a deshacerse de las pruebas, un arma blanca. Un cuchillo plateado con el mango negro.
El chico de unos diecisiete años, rubio y ojos azules. El chico perfecto, para muchas.
La sangre rodeaba todo el cuerpo, que de pronto se encorvó de tal forma que pareció que iba a explotarle el pecho, Un segundo después. Nada. El chico volvía a estar inmóvil sobre la fría piedra. Un crimen simple, pero seguro. Sin pruebas que delatasen al culpable, el crimen perfecto, para muchos, otra vez.

-Oh!- los escalofríos recorrían todo mi cuerpo, desde la punta de los pies, asta los pelos de mi cabeza. El corazón latía desenfrenadamente y no paraba de jadear.
El peor de la semana, pensé. Nunca me acababa de acostumbrar a mi don o dicho de otra forma, mi maldición. El despertador empezó a sonar en ese instante y tuve que respirar hondo tres veces antes de apagarlo de un golpe.
-Maldito cacharro.-murmuré. No estaba de muy buen humor por las mañanas.
Y no era de extrañar, teniendo esos sueños oscuros y macabros.
Salté de la cama y fui hacia el baño. Me miré en el espejo y me asusté de mi misma. Cada día estaba peor. Llevaba el pelo como una leonera y mis ojos verdes estaban cubiertos por unas grandes ojeras. El día que empezó todo esto no pensé que el don me acabara matando tanto físicamente como psicológicamente. Literalmente, parecía un cadáver, como los de mis sueños, solo que yo aún no estaba muerta. Por el momento.
La muerte me acechaba cada día más y sentía como se iba apoderando de mi cuerpo y de mi alma. Eran duros latigazos de acero, quemaban como el fuego y helaban como el hielo. Los días eran como semanas, y cada minuto que pasaba, me iba haciendo más débil. ¿Cuándo se iba a acabar esto? No sabía la respuesta y eso me aterrorizaba.
Con un suspiro aparté la vista del espejo, pues no quería ver el monstruo que llevaba dentro. Fuí a vestirme  con lo primero que encontré y me dirigí a la cocina, arrastrando los pies como un zombi. Me dolía  mucho la cabeza, como cada día, por eso la aspirina era mi mejor amiga.
Me preparé el desayuno como pude, ya que no había mucho en la nevera. Esto de la independencia era muy duro.
Apoyé la cabeza sobre las manos y dejé que andara por si sola por los caminos de mis retorcidos pensamientos, ya que era la mejor forma de evadirme.
El sueño de aquella noche, aparte de ser el peor de la semana tenía algo diferente pero no sabía el qué.

Desayuné a duras penas ya que tenía un nudo en el estomago.
Cojí el abrigo y salí de casa. La mañana era fría, y el sol estaba escondido entre las nubes.  Decidí pasar primero por la tienda  de libros donde trabajaba para informarles que me tomaría la mañana libre. Tenía suerte en eso porque la gente se alegraba de que no estuviera cerca de ellos ya que  les enviaba flujos negativos. Estaba totalmente sola.
No tenía amigos. En un pasado los tuve, si, pero desde el día que empezó  mi cadaverización,- así es como llamo yo al día que empezó la maldición,- la gente empezó a darse cuenta de que yo no era buena para nadie, era una especie de mal augurio.
Crucé la cera y entonces vi que Happen’s shop estaba cerrado. Que raro. Hoy no era fiesta, y si Dorothy se hubiera puesto mala me abría llamado.
Aceleré el ritmo y al llegar a la puerta me asomé por el cristal del mostrador.
Nada, todo oscuro. Cojí las llaves de mi bolsillo y abrí la puerta.
-¿Hola?- no hubo contestación.
-¿Dorothy, estás ahí?- esta vez hablé mas alto pero nadie contestó.
Caminé sigilosamente asta la luz y la encendí. Bajé al sótano para comprobar que todo estaba en orden y entonces la vi.
Apuñalada tres veces, en el pecho, en la cabeza y en la palma de la mano, en forma de media luna. Aún podía oír el golpeteo de la sangre cayendo al suelo, gota tras gota, lo que significaba que no hacia mucho que había muerto.
Pelo rubio, ojos azules… La chica perfecta.
¡Dios mío!- el pecho me dio un golpe tan fuerte que caí al suelo boca arriba. Después fue el cerebro el que me abrasó como si me hubieran clavado un hierro en llamas. Y por último, el dolor se instaló en la palma de la mano izquierda.
No podía moverme. Ni hablar. Ni pensar. Me quería morir aunque sabía que eso no sucedería aún. Con los ojos abiertos, vi como el cuerpo de Dorothy se encorvaba de tal forma que seguramente, le rompió la columna. Al instante siguiente, todo  se acabó. El cuerpo en el suelo junto a mí, y el dolor se desvaneció, aunque quedaron algunos restos, pero estos no se irían asta el fin de mis días.
Al cabo de unos minutos tuve la fuerza suficiente para levantarme del suelo.
Tenía todos los huesos doloridos y se me hacia difícil respirar.
Quería irme de aquel lugar, no ver más la cara de esa mujer y hacer como si nada hubiera pasado, pues era demasiado cobarde.
Fue entonces cuando tuve la extraña sensación de que a partir de ahí  los hechos se volverían mas graves.

13 marzo 2010

El fruto prohibido


Ella lo miraba, él la miraba,
Como dos ángeles caídos del cielo,
que bajaban a la tempestad de la vida.
Y el destino hizo que sus vidas se entrelazaran
De forma desigual e infortuna.
Con sus cónyuges en desacuerdo,
Surgió el fruto del amor
y con él nació la guerra
Cuya hizo que los dos amantes,
perduraran juntos y regresaran al reino de la eternidad,
de donde provenían,
pero esta vez, juntos.
Se conocen por casualidad,
Y ponto se enamorarán.
Se juran, para siempre jamás
Y entre suaves caricias y palabras de amor,
El deseo se hace dueño de sus cuerpos
Y juntos prueban el fruto de lo que es amar.
Pero el macho es dominante
Y pronto empiezan los problemas.
Primero el grito, después el puño,
Y para acabar,
El cuchillo clavado en el pecho,
Hace brollar la sangre del cuerpo
de la mujer con velo en los ojos.
Y así,
Una vez más,
El engaño se hace vigente
Entre el amor, el odio y el deseo placentero.
Voces infinitas resbalan por mi mente,
 suenan suaves y cariñosas.
 Mil palabras enlazadas con mil caricias,
dulce sabor a caramelo,
exhala de su boca.
Sueños de mil noches que se hacen realidad,
con la luna de testigo,
 nueva vida se abrirá.
En la negra oscuridad,
reclamo su cuerpo,
 y envuelta en el deseo,
se lo que es amar.

Y al irme por esa puerta, con el rostro lleno de lágrimas, pensé que nunca jamás volvería a verle.
Al día siguiente, recibí una llamada de la policía, anunciándome que el hospital donde estaba ingresado Andrew, había explotado en llamas.
Sin pensarlo un segundo, fui hacia allí pero ya era demasiado tarde. Luché con todas mis fuerzas para deshacerme de dos bomberos y un policía que me empujaban hacia atrás, apartándome de las llamas, y apartándome de mi amado. Sin fuerzas, me rendí. Entonces fue cuando vi como dos bomberos, cargaban un cuerpo en brazos, y se dirigían hacia la ambulancia. Era el cuerpo de Andrew. Estaba segura. Podía distinguirlo porque en su cuello, brillaba una pequeña piedrecita roja, nuestra piedra. Me acerqué, y vi su cara deformada por las quemaduras y negra por la ceniza y el humo pero aún así, era hermoso, era mi príncipe azul, que ahora galopaba en su caballo para conquistar otro reino. Y así fue como el traicionero destino, hizo que Andrew y yo, no pudiéramos vivir nuestro cuento de hadas o ahora mejor dicho, nuestro cuento de brujas.

Un romeo & julieta muy peculiar


Como han cambiado las cosas en tan poco tiempo. Esa frase, describe toda mi historia.
Bueno, esa y amor. Aún puedo ver su rostro manchado de ceniza causada por el fuego.
Su última sonrisa, y sus últimas palabras son mis compañeras durante las noches de insomnio.
El 4 de julio de 2009 empezó todo. No fue un encuentro demasiado extravagante. Todo al contrario. Fue muy normal. Yo me caí, el me ayudó a levantarme y al vernos los rostros…todo sucedió sin necesidad de explicación. Algo especial surgió entre nosotros, algo llamado amor.
Mi cuento de hadas se abría paso entre nosotros y el príncipe encontró a su princesa.
Recuerdo exactamente nuestro primer beso, en el banco de aquel parque a la luz de la luna.
Pero poco después las cosas se fueron torciendo y como en cualquier cuento de hadas, hay un malvado. En este caso, el mal no tenía corporeidad. Mi amado, Andrew, enfermó.
Un día, cuando lo internaron en el hospital, me llamó, porque quería hablar con migo.
Al estar solos en aquella estancia, sin más que dos sillas, una camilla y un montón de cables de diferentes colore, me dijo:
-Mary, quiero pedirte algo, y no puedes negarte. Es la petición mas importante que te aré jamás.
-Aré lo que tú me pidas mi amor.
- Bien, mira sabes que yo te quiero, te que querido y siempre te querré pero si no salgo de esta…
-Calla, no digas eso, te vas a poner bien muy pronto Andrew.- le corté. No podía creer lo que me estaba diciendo, aunque fuera muy egoísta por mi parte, él no podía dejar de existir.
-Mary escúchame por favor. Mira, ya no puedo estar más con tigo. Te amo, cierto, por eso tenemos que cortar esto cuanto antes. Lo siento con toda mi alma. No sé donde esta el alma, pero te juro que me duele, me duele mucho. El destino no ha querido que estemos juntos y no se puede luchar contra eso.
-No lo puedo creer, ¿te estas dando por vencido? Mi amor, no puedes dejarme, no puedes, te necesito ami lado, estas en mi vida, en mi día a día, en mis noches, en primavera, verano, otoño e invierno, en cada minuto, segundo, instante. Yo…tu no puedes dejarme, por favor no.
-Mary, vete.
-Andrew no.
-¡Mary, vete!

El camino del amor a la muerte



En la negra oscuridad, sin ver mas que el reflejo de la luna en sus ojos azules, mi mente se deshacía envuelta en una melodía de deseo irrefrenable e inestimable que ni en mis mas hondos sueños, había dado a concebir la posibilitad de aquel deseo placentero y oculto.
Entre caricias y suspiros, mis labios se impregnaban de su aliento y tiernamente, me besaba. Y así, la noche se hizo eterna, y a la vez infatigable. Juntos sellamos nuestras almas con llave de sangre, y nunca más podrían volverse a abrir.
Algo inesperado i fortuito, hizo que esa noche fuera más que lo que aguardábamos. Esa noche, surgió más que el fruto del amor, surgió una vida nueva, que se abrió paso entre nosotros.
La espera se hizo eterna. Sufrimiento, alegría, pena, dolor, agonía… Y nueve meses más tarde, concluyó.
Todo acabó. Nada continuó. Los días pasaron lentamente, las horas, los minutos, los segundos… y en mi mente, solo se oían las palabras que pronunció aquella mujer: ‘’Su hijo…no ha llegado a sobrevivir’’.
Entre lágrimas, jadeos y llantos, mi alma se descompone como un puzzle sin acabar. Como una herida sin restañar. Y con la falta de razón y la falta de parte de mi ser, mis ojos se cierran lentamente, dejando que el veneno circule por mi garganta, asta llegar al centro de mi cuerpo, y extenderse por todas mis venas. Y así haga su labor.
Con un último suspiro, me despido de la vida, para destinarme al reino de la eternidad, donde reencontrarme con la última pieza de mi insólito puzzle.

El camino del amor a la muerte.

Lágrimas de amanecer




‘’El engendro de la maldad, viene dado por el deseo del corazón.
Unos mueren vivos, y otros viven muertos. ‘’
Mi nombre es Catherine. Antes Catherine Austen, ahora, solo Catherine .Ésta es mi historia.
Soy la sirvienta de Ceol, rey de Inglaterra en el año 590. Mis padres, nobles señores, murieron hace seis años y yo al cuidado de mi hermano mayor me quedé huérfana.
La mala suerte hizo que mi hermano falleciera en una batalla defendiendo a mi señor.

-Catherine, deja de escribir palabruchas con tus sucias manos y tráele al señor su cena, y después prepárale el baño. ¡Corre!
-Si, mi señora, como usted diga.
Guardé el pergamino en mi delantal, salí corriendo hacia la cocina y fui a servir a mi señor.
-Las tropas enemigas se acercan Edmundo, tenemos que luchar, y ganar. Prepara los soldados.
-Si mi señor.- dijo Edmundo.
Le dejé la comida sobre la mesa e hice ademán de irme pero el rey me agarró del brazo con tal fuerza que dejó marca de sus uñas en mi esquelético brazo.
-Tú, ¿como te llamas? –Tartamudeando, respondí.
-Catherine, mi señor.
-Ah, si la hermana de Cedric Austen, un valiente caballero, sin embargo demasiado compasivo, se dejó vencer para salvar a gente inferior a él. Que maldición de conciencia que tenía ese joven.
Me chirriaron los dientes al oír esas palabras.
-Escucha, mi esposa se ha ido de viaje, tú me complacerás esta noche.
-Se-señor, y-yo no puedo, de-debo prepararle e-el bañ-ño.- temblaba de miedo, pues aún era virgen y no pretendía perder la virginidad con alguien a quien no amaba.
-¿Osas discutir la voluntad de tu rey?
-No señor, es solo que traicionará a su esposa, y yo no puedo complacerle, pues estos labios aún no han besado, este cuerpo aún no ha tocado, y este corazón mío, aun no ha amado.
-Mañana tengo una lucha contra España y necesito estar fuerte para la batalla, esta noche vas a sellar la abstinencia que has llevado hasta ahora. Falissa, prepara mis aposentos. – Falissa, la otra sirviente, asintió con una pequeña reverencia y se fue.
-Tú, ve a cambiarte de ropa y a lavarte.- Me ordenó mi señor.
-No puedo señor. No lo voy a hacer, prefiero morir antes que besaros. No puedo besar a alguien que mira el deseo y no ve amor.
-Bien, tu lo has querido esclava. Si prefieres morir a complacerme, así será, yo te complaceré, vas a morir. ¡Decreto tu sentencia a muerte, bruja! Morirás al amanecer. ¡Llevadla al calabozo!
Dos soldados me cojieron de los brazos y me llevaron asta las mazmorras del castillo.
No puse resistencia, pues no quería someterme bajo el rey. Pasé la noche en las mazmorras, sin poder dormir, con miedo al mañana, pero sin arrepentirme sobre mi decisión. Me dolían los brazos, los tenia marcados por las armaduras de los caballeros que me habían llevado asta allí. Entonces me acordé del pergamino y escribí:
El rey dicta las órdenes, y sus súbditos las cumplen. El rey es uno, sus súbditos millones. ¿Que temen los súbditos del rey? La muerte. Oh rapaz muerte que nos quitas la vida y nos das la libertad, yo no te temo, ni a ti ni al rey. Los dos sois iguales, el rey nos da la vida y nos quita la libertad. Tu muerte, nos quitas la vida y nos das la libertad. Así que no voy a un mundo peor, sino a un mundo paralelo a este.

Dejé el papel en el suelo y esperé a que me vinieran a buscar.
Amanece. El sol tiñe de rojo la negra noche. Las estrellas desaparecen, y la luna deja paso a su señor el sol. ¿No es eso un aviso? No luna, que alumbras tus noches con el blanco de la paz. No voy a caer. El sol será vencido algún día, como el hombre que me condenó caerá de su regando y la libertad será la reina de la Tierra.
Dos lágrimas caen por mi rostro, como dos vidrios cristalinos que cortan en pedacitos mi corazón. Bajan asta mi cuello y se desvanecen poco a poco. No lloro por miedo ni por rabia, lloro por pena, por la pena de no haber podido probar lo que es amar. Por no haber olido la flor del amor.
-Tú, levántate y vén.- un soldado se dirige a mí con una sonrisa en el rostro. ¿Cómo es posible? Hombres felices de ver morir. ¿Que maldición, se ha apoderado de estos hombres?
Me llevan hacia la hoguera pero se detienen justo antes de llegar. La mañana es fría pero el sol brilla acompañando a las nubes que giran a su alrededor. La plaza está llena de gente, unos confusos, otros tristes y veo a un niño llorando lágrimas de cristal. Sus lágrimas son como un espejo, en el que me veo sonreír. Las llamas arden deseosas de quemar.
Se acerca el rey.
- Como tú querías bruja, mueres como tu hermano. No quisiste obedecerme, y pagarás por ello. Vete con tu virgen cuerpo a la hoguera y que el fuego haga de ti ceniza.
-Tú no sabes lo que es amar. Tu solo sabes ordenar. Yo moriré libre, libre de no haber besado sin querer. Libre de no haber traicionado a nadie, libre de mantener mis derechos, libre de amar.
Sin que se dé cuenta, cojo el puñal del rey Ceol de Inglaterra.
Me suben a la hoguera, me atan las manos y los pies con cuerdas de acero y el calor recorre todo mi cuerpo.
-Fuego, súbdito del sol, no vas a matarme, voy a morir libre.
Y me clavo el puñal en el corazón.

Catherine muere en la hoguera, muerta por no satisfacer los deseos placenteros de alguien que no la ama. Catherine nunca tiene la oportunidad de amar, de besar a alguien que la ame. De dejar atrás su virginidad por alguien que la quiera y entregarle la alma a alguien que la merezca i no a la muerte. Dejando su huella en aquel pergamino, de aquella mazmorra, de aquel castillo, como prueba de que existió.
Ceol, rey de Inglaterra en la alta Edad Media, murió cuatro años mas tarde.
Se puede pensar que Catherine fue osada y tonta al morir por no poder ser libre. No sé, ¿dónde empieza la libertad para cada uno?