21 marzo 2010

Capitulo I



Me encuentro en un estado intermedio entre el miedo y la confusión. Mis ojos se están acostumbrando a la cegadora luz que parce provenir del cielo. Que ironía, ya estoy en el cielo. Me siento como si estuviera flotando en el agua, no me pesan los huesos y mi corazón… ¡Oh! No hay corazón. Agudizo el oído al máximo pero lo único que oigo es una remor extraña, desconocida. Pero no se oyen mis latidos. Continúo estirada, y acerco mi mano lentamente hasta posarla cuidadosamente sobre mi pecho. Que curioso, la mano no me pesa, casi no la noto. Con mucha cautela levanto la cabeza y me miro de arriba abajo. Un grito ahogado sale de mi boca, casi inaudible. ¿La razón? Lo que habían sido mis extremidades, ahora son dos flácidos brazos translúcidos, de un tono entre grisáceo y azul claro. Son como los tentáculos de una medusa, sin embargo, la forma de mis manos, dedos y uñas se mantiene intacta. Me miro el resto del cuerpo que imagino que es igual que mis brazos y pies aunque es más difícil de apreciar, porque lo cubre una túnica blanca .Mi cara, necesito ver m cara. Entonces es cuando me doy cuenta de que estoy estirada encima de una cama, pero una cama que refleja mi rostro, como un espejo. Esto me sorprende más que todo lo demás. Las arrugas de mi frente han desaparecido, como las de mis mejillas, y mis cabellos blancos, han sido substituidos por una larga y lisa melena castaña. Mi rostro demora juventud, vitaleza, ni una pizca de la vejez que me envolvía en la vida. Es todo tan extraño… Mis ojos brillan de un intenso color plateado, y mis labios, se han tintado de rojo.



Me siento joven, como cuando tuve diecisiete años, bueno, ahora me siento aún mejor. No me desagrada mi nuevo aspecto, lo único que hecho de menos, son los latidos de mi corazón.


Miro a mí alrededor. Esto me confunde aún más. Delante de mí se distingue un gran ventanal, desde el cual se pueden ver una treintena de casas, pequeñas casas. El cielo es azul, las casas de paredes y tejados blancos, el suelo es de piedra, pero no se ve ni una flor, ni un árbol, ni una tienda, solo casas.


Por otro lado, la estancia donde me encuentro está recubierta de espejos. Las paredes son espejos, el suelo es un espejo, como el techo y como la cama sobre la que estoy sentada.


Ver mi nuevo cuerpo resulta incómodo, ya que me siento frágil, como si una pequeña ráfaga de viento pudiera tumbarme.


Echo algo en falta. ¡Ah, claro! La gente. ¿Dónde esta todo el mundo? ¿Qué es este lugar en el que me encuentro? ¿Qué va a pasar ahora?


Las dudas llenan mi cabeza.


Lo mejor será salir de aquí e ir a investigar el exterior, pienso. Y es lo que hago, me levanto con mucho cuidado y poso mis pies desnudos sobre el suelo.


¡Uy! Es como si pudiera volar. Mis pies se deslizan por el suelo con una fluidez y agilidad increíble. No necesito hacer un esfuerzo para dar un paso, es como si alguien invisible hiciera el esfuerzo por mi.


Esto me hace reír. Se me ocurre algo, vamos a probar. Con toda la precisión del mundo, agarro impulso sobre mis rodillas y las dejo ir, como un muelle.


¡Fascinante! Lo que en mi vida hubiera sido un pequeño salto de medio segundo, ahora se convierte en un gran salto de casi un minuto, permaneciendo en el aire.


-Esto es increíble- murmullo para mi misma.


Pero vasta ya de juegos, vamos a ver que hay ahí fuera.


Oh oh… ¿Dónde está la puerta? No hay puerta, o al menos no una puerta visible.


Guiada por mi instinto, me acerco a la pared más cercana y la toco con la mano. Mis dedos se hunden en el espejo, traspasándolo cómodamente.


He visto esto en muchas películas, paredes que se pueden traspasar.


Probando otra vez sin seguro alguno, adentro el brazo por la pared, y también lo traspasa. Hago lo mismo con el resto del cuerpo, y al traspasar toda la pared, una sensación extraña, como de frío, recorre mi cuerpo.


Lo primero que hago es mirarme de arriba abajo, por si alguna parte de mi cuerpo se ha quedado en el otro lado. No, estoy entera.


Levanto la cabeza y veo las grandes casas que se veían desde los ventanales de esa estancia. Todo a mí alrededor demora paz, tranquilidad, pureza… Resulta casi perturbador.

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