19 marzo 2010

Una historia confusa en el cielo.



PREFACIO

La muerte me espera, pasiva, sin ansia. El miedo va incrementando más con cada latido de mi corazón. Ya con noventa y ocho años, yo, Catherine MacGray, yazgo en mi cama, al lado de mi marido, formalmente. Creo que Jeik no entra en la categoría de marido, pero claro, estamos casados así que así es como debe llamarse. Jeik es un hombre odioso. Siempre me ha estado haciendo la vida imposible, y yo, con todos los adjetivos despectivos que quieras echarme, nunca me he divorciado. Por muchas razones, aunque ahora, cuando estoy a punto de morir, no convengo que sea el mejor momento para recordarlas. Bueno, esta es una de las mejores formas de morir, pienso. Es mejor que ahogarse o quemarse, no voy a sufrir. El final se aproxima. Acaba la vida y empieza la muerte. Por extraño que parezca en estas circunstancias, tengo curiosidad. Una pequeñísima parte de mi cerebro se pregunta como será la muerte. Yo siempre me la he imaginado como un sueño, un sueño que no tiene fin, pero aún así, es difícil hacerse una idea, es decir, todo lo que he conocido en la vida, ha tenido fin.
Otro aspecto positivo de mi muerte, es que no tengo hijos, y por lo tanto tampoco nietos. Eso es una ventaja porque ahora, no tendrán que llorar por mí, y yo no tendré que llorar por ellos. Porque no existen. Por supuesto que me hubiera gustado tener hijos, y nietos, pero no con Jeik. Y toda mi vida he sido su esclava, y los esclavos no tienen libertad.
Poco a poco mis ojos se van cerrando, mis huesos van decayendo y mi corazón, prolonga sus últimos latidos.
La muerte, Oh, dulce muerte, que nos quitas la vida y nos das la libertad, llévame contigo, al reino de la eternidad. Y mis ojos, se acaban de cerrar, y mi corazón, se acaba de parar.

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